Con el color para cada país, una torta que los chicos (y grandes) con la excusa de ciertas fechas, las hacemos para disfrutar. Sencilla, rápida y divertida, la primera vez fue hecha en un 25 de mayo argentino.
Quienes lo necesitan, precalientan el horno. Enmantecar y enharinar el molde.
Mezclar bien dos huevos con una taza desayuno (tipo mug) de azúcar y unas gotas de esencia de vainilla.
Agregarle media taza de aceite, medio vaso de brandy (no deja de ser apropiado, hay que festejar), ir agregando de a una, dos tazas de harina leudante, intercalando con cantidad necesaria de leche, "al ojo por ciento".
Mezclar bien hasta que se haga una pasta liviana, pero no chirle.
Agregar 50 grs. de pasas de uva y 50 grs. de nueces.
Volcar en el molde. Llevar al horno.
Cocinar al máximo 5 minutos y luego 30 (o 40) minutos al mínimo, dependiendo del horno.
Dejar enfriar un poco y desmoldar al revés.
Preparar el glacé real: una clara de huevo, tres cucharadas llenas de azúcar impalpable y unas gotas de limón. Batir bien y agregar otras tres cucharadas de azúcar impalpable, hasta que quede con cierto cuerpo, no demasiado.
Separar un poco menos de la mitad, y a lo que queda agregarle una pizca de colorante azul (o el que deba ser).
Distribuir el glacé blanco en la superficie superior de la torta.
Hacer el centro en celeste y luego cubrir los bordes y los lados.
Ir dándole forma suavemente al celeste con espátula mientras, antes de que se seque. La corteza de glacé, junto a la masa de la torta, le da un sabor muy especial.
¡Buen provecho!