Con el frío, un postre calentito para una tarde de domingo con mucho viento.
Tamizar 400 gramos de harina leudante o dos tazas tamaño desayuno.
Agregar media taza de azúcar y mezclar bien.
Desmenuzar 150 gramos de manteca bien fría o, si son impacientes como yo... ¡rallarla! Resulta genial, un efecto y sabor aún mayores. Con las manos unir todo convirtiendo a la harina en una textura arenosa.
Agregar un huevo, esencia de vainilla y cuatro cucharadas de leche.
Mezclar muy bien y unir la masa hasta homogeneizarla, luego unir con la mano.
Debe quedar medio durita, evitar la masa blanda.
Cortar en dos partes, una un poco más pequeña que la otra. Envolver en film o meter cada parte en una bolsita. Guardar el bollo más grande en la heladera y el más chico en el freezer o el piso del congelador hasta que quede dura, puede llevar una hora dependiendo de la temperatura del freezer.
Mientras, mezclar 250 gramos de ciruelas sin carozo con 100 gramos de pasas de uva sin semillas. Agregar dos cucharadas de vino moscato o coñac o whisky o lo que les guste. Tapar y dejar un rato para que absorba.
Agregarle dos cucharadas de azúcar y mezclar bien.
Adicionar una cucharada colmadita de maicena (fécula de maíz) y volver a mezclar.
Pelar dos manzanas y cortarlas en trocitos, mezclar.
Agregar 100 gramos de nueces, partidas en trozos a mano. Mezclar muy bien todo y dejar un rato más.
Calentar el horno, mientras forramos un recipiente cuadrado con papel manteca.
Retirar el bollo más grande de la heladera e ir forrando el fondo de la fuente, colocando trozos de masa con las manos enharinadas, haciendo una base de 1 cm de espesor, sin amasar.
Volcar el relleno de frutas y acomodar distribuyendo parejo.
Retirar el bollo más chico del freezer, ya duro, y rallarlo con un rallador grueso, directamente sobre el relleno, cubriéndolo más o menos parejo.
Espolvorear con un poco de azúcar y, si gustan, un poco de canela. Meter en el horno y dejar cocinar hasta que se dore, 50 minutos a temperatura moderada y 5 minutos a temperatura máxima al final.
Dejar entibiar fuera del horno, se desmolda fácilmente con el papel. Se puede comer fría y, si se sirve tibia o calentita, ¡tanto mejor!
¡Buen provecho!
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